Gastronomía
Precisa cualquier viajero, después de algún tiempo de vagabundeo por cualquier villa de una mesa donde reponer las fuerzas gastadas en el camino, y un vaso de vino con que refrescarse. Y vive Dios que si de esto estuvieras menesteroso, ningún lugar mejor que Valderas para saciar apetitos, reconfortar el estómago y deleitar el paladar.
Cuenta Valderas desde siglos con fama de buen comer y de mejor beber, no en balde estás en Villa construida sobre bodegas.
Siéntate pues a la mesa, llena tu vaso del vino de esta tierra, vino alegre por su aguja, debido a la variedad de uva Prieto Picudo con que se elabora, de recio paladar y generoso aroma.
Y ataca ya sin más la cazuela de barro repleta de gruesas tajadas de bacalao al ajo arriero, sumergidas en la salsa aún bullente por el calor conservado en el barro. Este plato, que tiene su templo particular en Valderas, arraiga su tradición ya en el siglo XIV. El bacalao vino a Valderas desde el norte de Europa y se quedó bien resguardado en sus bodegas, es por eso que siglos después seguimos disfrutando de este pescado en nuestras cocinas.
También podemos disfrutar del conejo guisado con su toque de picardía, y para acompañarlo todo, el pan de Valderas, un pan bregado, amasado y cocido con tiempo, de miga compacta, esponjosa y corteza dorada y brillante.
De postre para acabar el pan y el vino un poco de queso de oveja, queso fuerte, curado, que hace cosquillas en el paladar.
Y para darle un toque dulce a la visita por esta villa, no podemos dejar de llevarnos una bolsa de típicas pastas o magdalenas de Valderas, hechas en las panaderías que inundan las calles de su suave olor a canela y vainilla.
